10 dic 2011

Mi animal interior


Creo haber comentado aquí hace algún tiempo que en esta década los vampiros se habían convertido en los nuevos unicornios bajo la cascada. A fuerza de repetirse habían pasado a hablar más de sus fans que de ellos mismos. Y no muy bien, por cierto. Ambos acabaron por ser iconos vacíos de significado y de estética rechinante. Pero hoy no hablaré de vampiros, aunque sí de unicornios. Hablaré de cómo mientras otras imágenes pintorescas ocupaban su lugar, estos decidieron llamar a sus primos los pegasos y apartarse en silencio. Tal vez esperaban tiempos mejores en los que el público volviera su vista a recuerdos idílicos de la infancia. Y es que hubo un momento en el que tanto estos engendros mitológicos como los animales míticos de la pradera norteamericana compartieron algo más que pieles pintadas con aerógrafo y difuminados románticos. Durante aquellos tiempos fueron un símbolo adolescente de rebeldía libertaria. Y como los mullets y los solos de saxofón, acabaron por ser el chivo expiatorio de una época a la que no se le perdona su ingenuidad, y fueron relegados al status de basura blanca. Nunca llegaron a irse del todo, pero se habían visto forzados a sobrevivir en reducidas reservas naturales localizadas en mercadillos, ferias artesanales y fondos de armario de fans de Medina Azahara y Héroes del Silencio. Pero la moda es una cosa muy loca, y cuando nadie apostaba por ellos, unicornios, pegasos, lobos, bisontes, águilas de cabeza blanca y jefes indios en el horizonte volvieron a estar en todos lados, aunque esta vez significando otra cosa. Hace cinco años eran patrimonio de exconvictos y Napoleon Dynamite. Anteayer me sorprendió ver a tres niñas bien paseando por el barrio de Salamanca con medio Yosemite en la pechera. Tuve que ponerme a investigar. 

Con alguna excepción notable (Hidrogenesse en el video de Fuig llop fuig llop fuig; totalmente visionarios), no creo haber visto fauna épica a lo largo de la primera década de este siglo. Pero en el año 2009 una camiseta con tres lobos aullando a la luna se convirtió en un fenómeno viral y pasó a ser uno de los elementos más comprados en Amazon. Todo esto ocurría gracias, cómo no, a la ironía posmoderna. Posiblemente también a que las camisetas con animales épicos pertenecían a un pasado tan lejano que el problema de ser identificado como basura blanca por llevarlas ya había desaparecido por completo. Oficialmente, ya se podía lucir este atuendo sin ser tachado de nerd. Algo similar había ocurrido con las calaveras pocos años atrás. En el año 2011, la fauna libertaria se había adaptado a todos los hábitats urbanos posibles, algo no visto jamás.

 Yo creo que hay algo más que simple ironía en todo este revival. Una pasión inconfesable, como ocurre con los vampiros, de sacar a la luz nuestro yo secreto. ¿Se están entreabriendo las puertas del armario hippie? ¿O es que nos hace gracia pensar que en el fondo somos unos animales? Es curioso, porque otra de las imágenes recurrentes de los últimos años es la del humano con cabeza de animal. Los hemos visto ya en todos los sitios del mundo (publicidad, videoclips, fotografía de moda, ilustración, arte, etc.) y aún así el modelo no se agota. ¿No nos cansamos de verlo? No son animales humanizados, sino gente como tú y como yo, con sus ropas y actitudes humanas, viviendo en espacios urbanos. Cabezas de animal, caretas de animales, Animal Collective. Es posible que en realidad nos identifiquemos profundamente con una estética que busca nuestras diferencias en un mundo en el que cada vez nos parecemos más los unos a los otros. A lo mejor es algo mucho más sencillo: Aceptamos que Youtube es el universo de los gatitos, pero entendemos que el nuestro requiere mucho más que pequeños lacitos y bigotes en la nariz para abrirse paso en él. Después de todo, nadie quiere abrazar a todos los humanos del mundo.


Originalmente escrito e ilustrado para Vanidad, octubre de 2011

2 comentarios:

  1. Recuerdo desear con fervor juvenil alguno de esos jerseys bestiales que portaba con cochambre neozelandesa Bret en Flight o The Conchords. Sé que mis deseos textiles estaban muy influídos por (la puta de) mi ex-novia, a la que se hacía el embrocado agua con el barbudo tirillas desapegado al fonema [e] Ahora ya es demasiado tarde.

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  2. Nunca es tarde para pedirle a una abuela o una tía que nos haga un jersey de unicornios por Navidad!

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