5 oct 2012

Gatitos

La tostada hizo santo al gato

Hace no mucho tiempo saltaba a los medios la noticia de que un cerebro artificial creado por Google había decidido ponerse a buscar gatitos por Internet. La noticia, así contada, no era cierta, pues en realidad al cerebro se le había pedido que buscara gatos y lo noticiable del tema es que había aprendido a reconocerlos él solo. Para mí esta información era importante porque parecía legitimar el creciente e inquietante poder de la comunidad felina en la Red. Google lo avala y lo aprueba (Si Google hubiese sido coherente hubiese puesto al cerebro artificial a buscar porno, por eso del número de resultados. Puede que la palabra pussy quedara lost in translation, quién sabe... De todos modos, es bien sabido que los videos y fotos de gatos en Internet son el porno de los que tienen fobia al porno.)

 Desde siempre, el ser humano ha sentido fijación por los animales. Antes incluso de tener mascotas esto ya esa así. Yo estoy convencido de que las pinturas paleolíticas eran una especie de Youtube cavernario en el que los trogloditas se enternecían viendo las figuras de ciervos y mamuts haciendo cucamonas en las paredes. Por supuesto, no estaban los tiempos para sutilezas, así que lo de los gatitos que hablan y los perros que sueñan que corren tendría que esperar. Luego vino la domesticación: los animales ayudaban al hombre en sus tareas a cambio de comida, protección y una mano amiga en la parte posterior de sus orejas. A partir de este momento los animales domésticos pasaron a ser mascotas, se fueron aburguesando y aprendieron a hacer cosas cada vez menos útiles.

 Hoy en día, uno tiene mascotas porque al contrario de los humanos, son predecibles y fieles, y porque nunca te cuestionan nada y se ven obligadas a tolerarte. Los animales son brutalmente francos, pero basta con no molestarlos para que te cojan cariño. Con las personas no ocurre lo mismo. La franqueza hoy en día se valora de una forma extraña: Cada vez veo a más gente defender un tipo de sinceridad campechana que se hace muy desagradable y desde luego, poco amistosa. Un amigo que te dice a la cara que eres un mierda no es ni amigo ni nada. Ignoro si un gato, un perro, una tortuga o un hurón piensan esto, pero si lo piensan, desde luego se lo callan. Yo no quiero que mis amigos sean francos conmigo. Odiaría que lo fueran, qué aburrido. Yo necesito que mis amigos me sepan mentir bien, que me mantengan entretenido, que me alegren la vida con historias extraordinarias. Yo nunca preguntaré si son verdad o no, siempre y cuando parezcan reales. Y si tuviera un animal de compañía, yo no le pediría tanto. 

 Que a uno le gusten las mascotas puede tener más que ver con la necesidad de sentirse querido que con el amor por los animales. De hecho, a muchísima gente se la suda cualquier bicho viviente al que no puedan abrazar y hacer carantoñas. Cuando metemos la cabeza de un gatito en una tostada estamos fingiendo que ese animal tiene un algo especial que lo hace más gracioso y más humano, y por lo tanto más divertido. Todos los animales deberían aprender a hacer trucos para asegurar su supervivencia. Está claro que si los osos panda gruñeran algo parecido a"oh don Piano", el grueso de la población se volcaría en su conservación. Es triste, pero es así. Deberíamos entender que nosotros no somos una excepción. No sólo tendremos más amigos si somos capaces de entretenerlos con habilidades o historias asombrosas, sino que posiblemente, en un futuro, esas mismas habilidades a algunos nos permitan sobrevivir cuando los cerebros artificiales de Google decidan que ya se han aburrido de nuestra previsible falta de talento.

Originalmente escrito e ilustrado para la revista Vanidad, septiembre de 2012

2 comentarios:

  1. Un amigo que te dice que eres un mierda no es un amigo, de acuerdo. Pero un "amigo" que te dice que eres guapo cuando te falta un ojo y tienes chepa ,tampoco es un amigo creeme. Los amigos no solo estan para contar cosas asombrosas e irse de cañas.

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  2. Pero es que si te falta un ojo y tienes chepa, por qué demonios tendría una amigo que recordártelo. Para eso ya están los demás. Un amigo te haría ver que tu otro ojo es el más bonito del mundo y la chepa casi ni se nota! O eso querría yo que hicieran conmigo, al menos

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